El estrés (pérdida de empleo, pérdida de un ser querido, separación, exámenes, etc...), la ansiedad, la depresión, los hábitos de vida poco saludables, el desfase horario (jet lag), los factores medioambientales, el insomnio de recaída (tras la interrupción brusca de un tratamiento hipnótico como las benzodiacepinas), algunos insomnios orgánicos vinculados a dolores transitorios y determinados medicamentos.